Geli Gonzalez

Lo que perdura

Instalación Proyecto Pared Tucumán

Marzo de 2014

Sobre la pared blanca se incrustaron dos objetos: una tetera y una taza de loza blancas. Cada objeto fue instalado a diferente profundidad generando una solución de continuidad objetos-pared.

Memoria conceptual

Me cautiva pensar en una vida para ese universo infinito que constituyen los objetos, pensarlos como portadores de historias. Incluso suelo imaginar algunos como extensiones de mi cuerpo…, en relación al tiempo que con ellos convivo.

Me refiero a esos objetos de mi más próximo entorno, esos que para muchos pasan inadvertidos por pertenecer al ámbito cotidiano.

Objetos como tantos otros, que a menudo son parte constitutiva de nuestros recuerdos y afectos, incluso de nuestras luchas.

¿Pueden las paredes devorarlos? ¿O ellos se mimetizan en inesperada rebeldía?

¿Acaso se hunden, naufragando en la rutina?

Inmóviles, cautivos, silenciosos, suplican nuestra atención.

Geli González

 

 

Texto Por María Gallo

Escribir sobre una obra de arte es asumir un desafío, porque todo acto de traducción implica el pasaje de una lengua a otra; y éste, que va de la obra al texto, quizás sea uno de los más complejos, porque supone la traducción de una traducción y, esa doble distancia de lo que primeramente movilizó al artista en la realización de su obra, nos expone más al error, a la posibilidad de realizar una mala interpretación, producto quizás de una escucha desacertada.

Y escribir sobre “Lo que perdura” es una tarea que se presenta particularmente difícil, y ello por la sutileza misma de la pieza, que a primera vista parece decir “casi nada”; pero que, si nos detenemos un momento, podremos quizás intuir algo más que la materialidad de sus elementos. El riesgo que corremos al enfrentarnos a ella, de no poder ir más allá de la primera impresión que nos produce la imagen que se nos presenta a la vista: una tetera y una taza de porcelana incrustadas en la pared, dejarnos seducir por la imagen y quedarnos en esa dimensión sensible sería detenernos al comienzo de un camino.

No es azarosa la alusión a Benjamin y es que la propuesta de Geli me recuerda mucho a un aspecto de la filosofía de aquél gran filósofo alemán, sobre todo a uno de sus textos: “Sobre el lenguaje general y el lenguaje humano”, en este texto Benjamin nos habla del lenguaje de las cosas, de cómo éstas tienen su propio lenguaje y es tarea del hombre escuchar lo que las cosas tienen en cada caso para decirnos y a partir de esa escucha realizar un acto de traducción. Geli no sólo convive y utiliza los objetos que la rodean, ella los escucha y una gran parte de su tarea artística consiste en un intento de traducir el lenguaje de las cosas al lenguaje del arte.

“Y lo que vengo trabajando es ese vínculo con los objetos […] que son como una extensión a veces, uno los usa tanto, tanto tiempo durante el día, que uno lo siente como extensión, de hecho la mesa que use en la performance era un poco eso, era como que yo estaba pegada en la mesa […]. Entonces me gustó mucho,
retomar eso, y pensar que esos objetos que son tan comunes, tan invisibles en general, yo quería ponerlos en situación…” (1)

Esta relación de Geli con los objetos la encontramos desde sus producciones más tempranas, es que pareciera que a la artista la sedujo siempre su entorno, detenerse en las cosas pequeñas, en detalles que hacen lo cotidiano, y que constituyen un mundo. Ella intenta quizás descubrir esas historias de las que los objetos son portadores, a esta tarea la realiza de distintas formas, lo hizo a través de dibujos, fotografías, acciones y, en esta oportunidad, a partir de una instalación. Podríamos decir que la artista, de alguna forma, viste los objetos, sus objetos, y con ellos se autorretrata.

Benjamin me sirve para un primer acercamiento a “Lo que perdura”, pero es posible seguir despejando otras capas de sentido, es que al conocer un poco más a Geli, al escucharla, nuevos significados van saliendo a la superficie. Pero para intentar esta tarea se hace necesario distinguir dos momentos de esta pieza.

Un primer momento, sería la propia intervención en la pared, en la cual se propone establecer un diálogo entre el muro y los objetos, un diálogo no exento de tensiones e incertidumbres, es que la imagen que plantea es enigmática, aquellos utensilios tan cotidianos como lo son una tetera y una taza, a los que solemos ver en alacenas o dispuestos en la mesa para su uso, ahora se nos presentan como penetrando o emergiendo de una pared, no se sabe, esa incertidumbre genera cierta incomodidad en el espectador, nos hace detenernos en ellos y pensarlos, ya no como meros útiles, sino como portadores de historias, ellos dicen de nosotros. (2)

Al segundo momento lo constituye la dimensión temporal de la intervención, su aparente perdurabilidad, condición que la artista decide interrumpir. Aquello en apariencia inamovible, inerte, que permanece en el tiempo se hace difícil de soportar, es por eso por lo que en un acto casi de ritual Geli necesita extraerlos de esa condición, y ahí es cuando surgen -a partir de un diálogo que mantuvimos- palabras como exhumación, desentierro, pero también otras como atesoramiento, preservación, todas ellas vinculadas a una experiencia cercana a la muerte que la artista vivió hace un tiempo atrás.

“Lo que perdura” ya no lo encontraremos en una pared, pero sin duda seguirá perdurando en mi memoria, por no ser cursi y decir corazón.

(1) Entrevista a Geli González, marzo de 2014.

(2) Memoria conceptual de “Lo que perdura” de Geli González.

Septiembre de 2015

 

 

 

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